Todo el mundo sabe que un traficante de drogas solo puede tener dos finales: la cárcel o una bala en la cabeza.Así son las cosas en este negocio. Pero a veces hay otro final. Hace muchos años la gente dejó de llamarme Rafael y comenzó a llamarme El Duque, pronunciaban mi nombre con miedo y respeto, eso era lo que yo había buscado durante muchos años y sin embargo me di cuenta que todo era una mentira. En mi caso podéis pensar que mi suerte fue que aquella bala no me partiera el corazón, pero estáis equivocados.Mi suerte fue encontrar donde menos me lo esperaba el amor verdadero, eso cambió mi vida para siempre. Ahora El Duque ha muerto y vuelvo a ser otra vez Rafael.
No hay comentarios:
Publicar un comentario